Si se atiende a la génesis del Estado, se verá que éste tuvo su origen, de uno u otro modo, en entidades preexistentes cuya "materia prima" era la familia. Ésta dio origen a grandes bloques familiares que los griegos designaban como génos y los romanos como gens,  los cuales, a su vez, formaron bloques todavía mayores de tonus aún familiar, mas cuyas correlaciones genealógicas se perdían en la noche de los tiempos y tendían a diluirse: eran, entre los griegos, las phratrias, y las curias entre los romanos. "La asociación --afirma Fustel de Coulanges-- continuó creciendo naturalmente y del mismo modo muchas curias o fratrías se agruparon y formaron una tribu"[1].

Hay un hecho natural, misterioso y sagrado, que está íntimamente ligado a la familia. Es la herencia biológica. Es evidente que unas familias son más dotadas que otras y que esto depende muchas veces de factores ajenos al trato médico o a la educación. La herencia biológica trae importantes reflejos en el orden psicológico. Hay familias en que se transmiten, a través de muchas generaciones el sentido artístico, el don de la palabra, el tino médico, la aptitud para los negocios y así en adelante. La propia naturaleza  --por lo tanto, Dios, que es el Autor de la naturaleza-- reparte, a través de la familia, las más diversas cualidades humanas.