Por Plinio Corrêa de Oliveira
Por Plinio Corrêa de Oliveira
Es casi superfluo decir cuánto la castidad prematrimonial y el ambiente de pureza general que rodea la familia, favorecen que ésta cumpla con sus finalidades y condiciones. La abstinencia sexual antes del matrimonio es la perfecta escuela de preparación para el mantenimiento de la fidelidad conyugal y su indisolubilidad. "La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana", enseña el Catecismo (núm. 2.339).
Para que las familias cumplan el fin moral, y sobre todo social, es bueno que sean estables. Contribuye a la moralidad de las familias el hecho de que ellas vivan permanentemente en una misma localidad, y, si es posible, en una misma morada de la cual detenten la propiedad. El miedo de perder la estimación pública, unido a las circunstancias de ser muy conocidos en la población, retraen a los individuos de la familia de ejecutar actos inmorales y culpables, que quizás no repararían en llevar a cabo recién llegados a una población en que fuesen desconocidos.
La experiencia de la vida muestra que las relaciones humanas, cuanto más estrechas, continuas e íntimas, más fácilmente son afectadas por pequeños desgastes, incomprensiones, tedios y malos entendidos. La vida familiar es, muchas veces, en este sentido, una vida de sacrificio y generosidad de cada uno de sus miembros, especialmente de los esposos. No es fácil encontrar una "eterna luna de miel".
La experiencia demuestra que, habitualmente, la vitalidad y la unidad de una familia están en natural relación con su fecundidad.