Un interesante estudio del sacerdote Ernesto María Caro Osorio, licenciado en Espiritualidad por la Universidad Gregoriana y doctorado en Mariología por la Universidad Marianum, ambas de Roma, demuestra que "uno de los elementos que está minando fuertemente la sociedad y de manera más contundente las familias, es el uso de la pornografía, la cual, como se ha comprobado recientemente, es un elemento "adictivo" como cualquiera de las drogas, a la cual es fácil adherirse, siendo difícil salir de ella, causando graves desórdenes en la persona y en todo su medio.
La institución familiar tiene como base la pureza de las costumbres. Sin ella no podemos esperar que, de manera general, se mantenga la indisolubilidad del matrimonio, ni que se lleve a cabo la procreación y educación de los hijos fecunda y apropiada, ni que, en fin, la familia cumpla su maravillosa función social que describimos en la Segunda Parte de esta obra (Unicidad, Verdad, Bondad y Belleza de la Institución Familiar).
Expuestos estos principios elementales, es casi superfluo explanarse mucho sobre la pornografía y sexualidad que imperan en nuestros ambientes, pues el lector ya dará la materia por vista. No obstante, algunas informaciones y una visión de conjunto podrán ayudar a hacerse una idea más cabal de la gravedad y de los riesgos que el actual clima social presenta.
Imaginemos en una ciudad española un niño que sale de su casa hacia el colegio, por la mañana. Caminará en dirección a la parada de autobuses o hacia la estación del Metro. Difícilmente, en este trayecto, no encontrará un anuncio publicitario que explote la atracción sexual. En la marquesina de la parada del autobús, y ni que decir en la estación de Metro, tendrá ya varias otras agresiones al pudor[2].
En el caso de un adolescente, el problema se agrava. Él ya tiene más libertad de movimientos, de horarios, de salidas y su edad es propia a esas tentaciones. Imaginemos sólo los fines de semana y las vacaciones. Si él no ha asumido una actividad especial - trabajo, deporte, voluntariado, apostolado - tendrá un tiempo libre considerable. Hay, sin duda, distracciones sanas, pero también las que, en mayor o menor grado, envuelven incentivos hacia la sexualidad, como son ciertas reuniones de amigos, espectáculos públicos de músicas, cines, discotecas, "botellones" o piscinas y playas, más o menos nudistas.
En suma, no se puede negar la cruda realidad: niños y adolescentes son hoy sometidos a una presión brutal para experimentar el sexo.
El lector podrá, quizás, objetar que el cuadro arriba imaginado es exagerado; que ni la inmoralidad pública ni los peligros llegan a tanto.
Concedemos que, gracias a Dios, hay ambientes que son la excepción a por lo menos parte de la historia que figuramos. Entretanto, podemos replicar dos cosas a esta objeción: