“Mil gracias por ofrecerme el cuadro.
Hoy, día del Sagrado Corazón, le cuento brevemente en que consistió el favor de Jesús a mi familia: mis padres y sus seis hijos no pisábamos la Iglesia, nadie sabía nada de Dios. Llevábamos una vida que se pasaba de paganos e hipócritas, con moral rígida externa. Los varones decían blasfemias y burlas. En el colegio, lo mismo...
Algunos compañeros de universidad habían orado por mí, motivados por sacerdotes jesuitas.
Una amiga -Berta- un día me invitó a unos Ejercicios de San Ignacio, donde recibí los Sacramentos de la Reconciliación y de la Comunión. De vuelta, puse inmediatamente un cuadro del Sagrado Corazón en una pared del comedor de mi casa y me arrodillé a rezar en alta voz. No me dijeron que estaba loca, porque deben haber percibido mi mansedumbre.
En poco tiempo, todos fueron acercándose a los Sacramentos y mi padre tuvo un maravilloso paso a la Eternidad”. Olga Reyes.