El hijo que comienza a trabajar junto a su familia no es un individuo enteramente desamparado que enfrenta el tifón que sopla permanentemente en la vida económica de hoy, sino el sujeto que entra en el mar como en un submarino. Él puede ir hasta el fondo del océano porque está protegido. El trabajo familiar ayuda a perpetuar la estabilidad, unión y progreso de las familias. Hay un ambiente más favorable para mantener la honestidad en el trabajo que en una empresa compuesta por personas anónimas unas para con las otras.

En ésta, alguna irresponsabilidad o engaño, por ejemplo, no acarreará el que falta ninguna desaprobación de su propio medio social, que sería lo que más le afectaría. La unión entre los  familiares se ve favorecida también por el hecho de que sus intereses sean comunes. La facilidad de entablar conversaciones y hacerse pequeños o grandes favores es mucho mayor si los hermanos trabajan en un mismo ramo que cuando cada uno tiene actividades completamente diferentes del otro.

En este caso, a uno le interesará conversar sobre agricultura, mientras que a otro, que es piloto, nada le dirá tal tema. Quien se dedica a la informática, tendrá limitado ánimo de hablar sobre los últimos descubrimientos de la medicina, que a su hermano le fascinan. Poco se podrán mutuamente ayudar estos hipotéticos hermanos en lo que se refiere a quehaceres diarios tan dispares.

En cambio, si se tratase, por ejemplo, de una familia cuyas actividades giran en torno de una actividad fabril, digamos de tejidos, cuánto intercambio interesante y provechoso podrá haber para todos con sus respectivas experiencias. Sin duda, la amistad y el mutuo apoyo se verán estimulados. 

La abundancia de estas "dinastías" así como de empresas, firmas y trabajos familiares en toda la escala social, redunda también en que el ambiente familiar envuelva e influencie toda la sociedad, haciendo que las relaciones sean mucho más humanas, fraternas y honestas.