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Hoy todo se invirtió. Como tipo del hombre "libre" se tiene al hippy o al punk,  que deambula sin rumbo, o al terrorista, que esparce violencia a su gusto. Por el contrario, se tiene por atado, no libre, a quien vive en la obediencia a las leyes de Dios y de los hombres.

En la perspectiva que estamos abordando, es "libre" el hombre a quien la ley faculta a comprar las drogas que quiera, usarlas como entienda, y, por fin,... esclavizarse a ellas. Y es tiránica, esclavista, la ley que veda al hombre sojuzgarse a la droga.

Siempre en esta estrábica perspectiva, hecha de inversión de valores, es libre quien, con la razón obnubilada y la voluntad quebrada, impelido por la locura de los sentidos, tiene la facultad de deslizarse voluptuosamente en el tobogán de las malas costumbres. Y es "esclavo" aquel que sirve a la propia razón, vence con fuerza de voluntad las propias pasiones, obedece las leyes divinas y humanas y vive ordenadamente.

El afecto sagrado y los deberes del matrimonio tienen algo que vincula, que liga, que ennoblece. A las cadenas con que una persona queda presa llamamos "esposas". Esto horrorizará a los divorcistas, pues recuerda la indisolubilidad del matrimonio. Es una alusión al vínculo que debe unir a los esposos.

Sobre todo es "esclavo", en esa perspectiva, aquel que para garantizar más enteramente su libertad, opta por someterse a autoridades que lo guíen hacia donde debe llegar. ¡Hasta allá nos lleva la atmósfera actual, impregnada de freudismo!

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