Directamente relacionado con la crisis de la familia, se le presenta a España el desafío del "auténtico desastre", que constituye su situación demográfica, según lo reconoció el anterior presidente del Gobierno, José María Aznar[1].
Si no es modificada la actual tendencia, los demógrafos pronostican no sólo que España será la nación con población más vieja del mundo en el año 2050[1], sino que también sucederán una serie de consecuencias catastróficas en materias económica y social.
Con menos gravedad que en España, el fenómeno del envejecimiento se proyecta sobre todo el mundo. Desde el punto de vista de la realidad económica, una población envejecida resulta costosa para los países. Según la División de Población del Departamento de Economía y Asuntos Sociales de la ONU:
Uno de los mayores mitos propagados en el mundo, en el siglo pasado, fue que la tierra no tendría recursos suficientes para alimentar a su creciente población[1]. De ahí se concluía que para evitar el hambre y la pobreza era necesario bajar la natalidad. A este problema se le llamaba la "bomba demográfica".
La realidad ha desmentido este mito. La División de Población del Departamento de Economía y Asuntos Sociales de las Naciones Unidas ha publicado recientemente un informe titulado: "Población, Medio Ambiente y Desarrollo". He aquí algunos datos importantes:
- Entre los años 1900 y 2000, la población mundial creció desde 1.600 millones a 6.100 millones de personas. Es decir, se multiplicaba por cuatro, mientras el producto bruto real se incrementaba entre 20 y 40 veces, permitiendo al mundo no solamente sostener una población cuatro veces superior, sino también hacerlo con condiciones de vida francamente superiores.
- El porcentaje de población mundial que vive en absoluta pobreza (con menos de un dólar al día), bajó desde cerca del 28 por ciento en 1987, al 24 por ciento en 1998.
- La producción agrícola mundial ha superado al crecimiento de población, y el precio real de los alimentos ha bajado.
- En cuanto a la cuestión de la comida, el Director General de la Organización de la Alimentación y la Agricultura, Dr. Jacques Diouf, en una nota de prensa para el Día Mundial de los Alimentos, hacía mención a los principales obstáculos para reducir el hambre, citando la falta de paz y estabilidad política, sin hacer mención al nivel de población.
Se entiende, pues no hay relación entre ambas realidades. Muchos de los países más densamente poblados están en Europa, donde los alimentos sobran. El Sureste de Asia, designado con frecuencia por los comentaristas que alertan sobre los peligros de población, tiene el mismo número de personas por kilómetro cuadrado que el Reino Unido. Mientras que Holanda, Bélgica y Japón están muchísimo más densamente poblados que la India.
Además, en el futuro, el mayor crecimiento de población tendrá lugar en las ciudades, dejando sin aumento la densidad de población de la mayor parte de la Tierra. Según los pronósticos, en los próximos treinta años la población rural del mundo permanecerá casi inmutable[2].
[1] Se basaba en la tristemente famosa e inconsistente ley de Malthus, del siglo XIX: "la población humana crece geométricamente y los recursos crecen aritméticamente".
[2] Cf. Zenit, 2-3-2002.
Actualmente, España está defendiéndose del problema demográfico mediante la inmigración. La población de residentes en España nacidos en otro país ha pasado de 353.367 en 1991 a 1.572.017 en 2001, es decir casi se ha quintuplicado. "El incremento da cuenta de la mayor parte del crecimiento demográfico español en esos diez años, cercano a los dos millones de personas". La población extranjera en España es en promedio más joven que el total español y como esas edades son de alta fertilidad, imprimen también un impulso a la natalidad[1].