Nos invita a la seriedad
El modo como Nuestro Señor indica Su Corazón, rodeado de espinas y con una llama; el corazón de un rojo encarnado, sacado del pecho y expuesto, da la idea de una cierta violencia.
Todo recuerda la Pasión que Él sufrió y sugiere una pregunta: “¿Usted se da cuenta de que en cada acto malo, Vd. hirió Mi corazón? Mire como Yo soy bueno y mida el mal que Vd. hace”.
Toda imagen del Sagrado Corazón de Jesús hecha con un mínimo de idoneidad artesanal expresa eso.
El llamado del Sagrado Corazón es admirable y de gran envergadura:
¡Cómo las cosas del hombre tocan en el infinito! ¡Cómo es bonita la vida cuando se considera que cada pequeño hecho toca en el cielo o en el infierno! ¡Cómo todo es grande!
Nos llama con dulzura
Después viene el segundo mensaje: “Entre tanto, hijo mío, yo no le digo eso para condenarlo, sino para perdonarlo. Deseo agraciarle porque está en Mí la fuente de un afecto y de un cariño más suave que el terciopelo, más ameno que cualquier brisa del mar; envolvente y capaz de inundarlo enteramente hasta las últimas fibras de su ser”.
Las manos y sus pies están llagados; mis defectos concurrieron para eso. Él me está mostrando esas llagas no para cobrarme, no para castigarme, no para vengarse, sino para decirme que Él está dispuesto a pagarme el mal con el bien, porque tiene pena de mí, considera mi pequeñez, mi aislamiento y me inunda con Su dulzura.
Él es un pastor y un rey que asumió mi dirección, que me va a dar consejos, indicaciones y órdenes. Me va a mostrar el camino y por ello es necesario que yo sea absolutamente dócil a lo que Él me indique y que yo admire la perfección de Él.
Buenas maneras
Los artistas lo representan habitualmente con una túnica roja que da la idea de Él estar perpetuamente limpio, con una discreta bordadura dorada, que simboliza su grandeza. El cuerpo de Él parece emitir luz.
El modo de señalar su corazón es el de una persona bien educada. La posición de la cabeza muestra gran compostura. Su barba está bien ordenada, sin vanidad. Él no piensa en su cabellera, si bien ella está enteramente en su lugar, para dar una idea de perfección.
Conclusión
¡Cómo Él es amigo del orden y coherente con ese orden!
Él ama todas las cosas ordenadas y las ama por su aspecto más bello. ¡Y con qué cariño Él las ama! Él me ama también a mí. Él tiene afinidad con todo lo que es recto, con todo lo que no tiene pecado, con todo lo que es puro. ¡Qué sabiduría!
Él suscita el deseo de unirse a Él, de rezar, de estudiar, de trabajar, de conversar bajo su mirada. Si Jesús pudiese estar presidiendo todos los actos humanos, Él impregnaría la sociedad y tendríamos la consecratio mundi (1) la sacralización del orden temporal, a que nos llama el Concilio.
(1) Gestionar y ordenar los asuntos temporales según Dios. Lumen Gentium, 31 y 34.