Desde el punto de vista sociológico, la familia es una asociación de personas unidas por el vínculo de la sangre y que vive bajo el mismo techo. Más ampliamente, es el conjunto de personas procedentes de un mismo tronco, de una misma sangre, vivan o no juntas.
Los pueblos primitivos tuvieron de una forma u otra el sentido de familia, pero fue el cristianismo que purificó las costumbres de todos. Elevó a la mujer al rango de compañera del marido. Atemperó la potestad paterna convirtiendo la tiranía egoísta en deber sagrado. Procuró la moralidad con los impedimentos y la indisolubilidad del matrimonio. Desterró la poligamia e imbuyó la vida familiar de un sentido religioso. En suma, transformó la familia en lo que debe ser por naturaleza[1].
Son dos los elementos esenciales constitutivos de la familia: el vínculo indisoluble del varón y de la mujer y la autoridad de los padres sobre los hijos.