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Hipnotizadores poderosos, sembrando mágicamente el bienestar en torno de ellos, cantando y tocando con energía, auxiliados por potentes  y estruendosos equipos de sonido, y estrafalaria iluminación, la banda divierte a los espectadores. Uno de los condimentos de esa diversión es, sin duda, la extravagancia. Grupos de jóvenes, que se manifiestan alegremente al margen de todos los principios del sentido común, de higiene, de corrección, van llegando al Palacio de los Deportes José María Martín Carpena, de Málaga. Son unos  nueve mil deambulando de un lado a otro.

Se llama droga a toda substancia que, introducida en el organismo, altera las funciones corporales, las sensaciones, el estado de ánimo o las percepciones sensoriales.

En el último Informe Anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), se afirma que el problema de la droga no parece menguar en absoluto. Estima que los adictos a la heroína y a la cocaína, en Europa y Estados Unidos gastan unos 80.000 millones de dólares anuales en obtener dosis.

En el presente capítulo nos dispensamos de hacer un trabajo extenso a respecto del mayúsculo y complejo problema de las drogas, remitiendo al interesado a la vasta materia publicada por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Esta entidad, fundada en 1986, que funciona bajo la presidencia de honor de S. M. la Reina Sofía, editó en 2003 su  catálogo Publicaciones de la FAD.

A todo el espléndido trabajo que las entidades seculares llevan a cabo en el combate a los problemas de la droga, es indispensable, sin embargo, un complemento moral y religioso.

En último análisis, o se tiene una visión transcendente de la vida, una búsqueda del fin para el que se fue creado, que no es otro que amar, servir, y honrar a Dios y obtener así la propia salvación eterna y el premio del Cielo, o será muy limitada la capacidad de contener la avalancha invasora del vicio de la droga.

Análogamente al caso de las drogas, nos referimos aquí al problema del abuso del alcohol, que llega a la pérdida parcial o total del uso de la razón, y no a su uso moderado y saludable. Los daños que este exceso produce son, conservando las proporciones, semejantes a los mencionados para el caso de las drogas.

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